TIERRA
VIVA, DEMOCRACIA EN LA TIERRA:
UN
PLANETA, UNA HUMANIDAD
Pacto
de los Pueblos para Proteger el Planeta y a Todos los Seres.
Por primera vez en la historia
humana no tenemos certeza ni seguridad sobre nuestro futuro común como una
especie. En solo 200 años, en la era de
los combustibles fósiles, la humanidad ha provocado a la Tierra un nivel de
destrucción suficiente para garantizar su propia extinción. Nuestra única
opción es de sanar la Tierra y, al hacerlo, crear esperanza para un futuro posible
como especie humana y como parte de la comunidad planetaria.
La
Transgresión de los Límites Ecológicos y las Fronteras del Planeta.
Hemos degradado los procesos
ecológicos que sustentan la vida en la Tierra y hemos transgredido los límites
planetarios. El modelo tecnológico y económico dominante, basado en los
combustibles fósiles, no considera la finitud de los recursos naturales y está
devastando el planeta, al no considerar la integridad de los ciclos de
reproducción de la vida en la tierra. Nuestra especie ha transformado la biosfera,
al eliminar el 70% de los pastizales, el 50% de las sabanas, el 45% de los
bosques caducifolios templados, y el 27% de los bosques tropicales, todo ello
para la agricultura industrial.[1]
Hemos destruido bosques para realizar plantaciones de palma aceitera, para
cultivar soja y maíz - con la excusa de generar un combustible ‘verde’.
Continuar
por este camino directo hacia mayor crisis ecológica, económica y política ha
puesto en estado de alerta roja a la humanidad. Las catástrofes climáticas, el
hambre, la pobreza, el desempleo, la delincuencia, los conflictos, las guerras,
las migraciones forzadas y las ya permanentes crisis de refugiados están arrebatando
la tierra, los medios de subsistencia y la vida a la gente. El suelo, la base
de nuestro sustento en la Tierra está amenazado.
Los
sistemas agroindustriales insostenibles basados en los combustibles fósiles han
provocado el abandono de 2 mil millones de hectáreas de tierra (más que toda la
superficie actualmente cultivada),[2]
también ha erosionado y degradado severamente el 80% de las praderas y unidades
productivas de África.[3]
La agroindustria no puede ser calificada como una actividad ‘climáticamente
inteligente’ – tampoco los OGM, ni la agricultura química basada en combustibles
fósiles. De hecho, esta forma de agricultura nos impide mitigar eficazmente la
crisis climática, y empeora aún más la crisis.
Desde
el año 2000 el mundo ha emitido casi 100 millones de toneladas de carbono a la atmósfera.[4]
El ritmo actual del calentamiento global provocará una desertificación a gran
escala, perdida cosechas, inundación de ciudades costeras, derretimiento de glaciares y casquetes
polares, la migración masiva y extinción generalizada de especies de flora y
fauna, proliferación de enfermedades y,
muy probablemente colapso social. Ello, debido a violentos conflictos por la
escasez de agua y alimentos, provocada por las emisiones globales de dióxido de
carbono y otros gases que provocan el calentamiento del clima.
Los
combustibles fósiles dominan nuestras vidas.
El carbón fosilizado en los
combustibles fósiles están en el centro de nuestras vidas; en el aire, el agua,
los alimentos, los medicamentos, los combustibles y en la agricultura – contaminando
y afectando la salud de cada ecosistema, cada especie y cada niño, a través de
las emisiones atmosféricas, los plásticos y la destrucción de los procesos
ecológicos de la naturaleza, los cuales ya no serán capaces de contener la
devastación. Los combustibles fósiles están destruyendo el aire y la atmósfera,
y se han transformado en la base de nuestros sistemas de alimentación, energía
y transporte. El agua – nuestro bien común – ha sido privatizada y
mercantilizada y existen empresas que la revenden a nosotros en envases de
plástico, que destruyen aún más las aguas, los océanos y la vida que estos
contienen. Nuestros suelos han sido degradados por petroquímicos etiquetados
como ‘fertilizantes’ que matan toda forma de vida en la tierra, destruyendo
nutrientes que los suelos generarían si no fueran intervenidos. Nuestra
dependencia de los combustibles fósiles ha cambiado nuestra forma de pensar,
vivir, beber, comer y trabajar, en perjuicio de economías basadas en el uso de
la biodiversidad y en el carbono contenido en los ecosistemas naturales. Nuestra
adicción al petróleo ha infiltrado nuestra actividad económica y ocasionado
guerras, destruyendo las vidas de millones de personas, y desplazando a
millones más.
La
separación como forma de ver y forma de ser.
Concebir la vida y a nosotros mismos
como entes independientes y aislados, y no como parte de un todo, es una característica
inherente al actual paradigma dominante.
Existen tres percepciones ilusorias de separación que impiden corregir y transformar
la forma de cómo concebimos el suelo y la tierra, la comida y el trabajo, la
economía y la democracia. La primera percepción ilusoria es que los seres humanos
están separados de la Tierra; la segunda, es que la creación de riqueza en el
mercado está separada de la contribución de la naturaleza, de los trabajadores,
las mujeres y los antepasados; y la tercera percepción ilusoria es que las
acciones están separadas de las consecuencias que generan, y que los derechos están
separados de las responsabilidades.
Limitación
y privatización de los bienes comunes
Los bienes comunes han sido
expropiados a los ciudadanos en nombre de los intereses del mercado. El acaparamiento de grandes
extensiones de tierra para posibilitar las prácticas agroindustriales, como
plantaciones de soja para alimentación animal o maíz para biocombustibles,
tienen una relación directa con el cambio climático. El uso de la tierra se
está modificando sistemáticamente, desde parcelas cultivadas de pequeña escala
integradas a bosques que ayudan a mitigar el cambio climático, hacia
monocultivos industriales de gran escala, que solo contribuyen al cambio
climático y a la migración forzada de campesinos locales.
Una
brutal inequidad
A pesar del malestar social y las
protestas generalizadas, la desigualdad económica global continúa en aumento. El
porcentaje de riqueza que pertenece los ‘súper ricos’ está creciendo[5]
, y los 300 individuos más ricos del mundo aumentaron su fortuna en 524 mil
millones de dólares el año pasado. Esto es más que el ingreso conjunto de los
29 países más pobres del mundo.[6]
La inequidad económica alimenta la violencia. Mientras más desigual es la
sociedad, mayor es la tasa de violencia.[7]
Aumento
de conflictos, guerras y migraciones forzadas.
A través de todo el mundo, hoy
emergen nuevos y violentos conflictos provocados por los impactos ambientales
del depredador modelo económico. La Convención de las Naciones Unidas para la
Lucha contra la Desertificación, estima que 40% de los conflictos nacionales en
los últimos 60 años tuvieron relación con la tierra y los recursos naturales.[8]
Desde
la región del Punjab (India) en 1984, hasta lo ocurrido en Siria y Nigeria hoy,
crecientemente los conflictos se originan por la destrucción del suelo y las
reservas de agua, y la incapacidad de la tierra para proveer el sustento y la
identidad de las comunidades locales. Históricamente,
las culturas han sido moldeadas por la tierra, y la diversidad cultural ha co-evolucionado
con la diversidad biológica. Pero hoy los conflictos no son analizados en el
marco de sus contextos ecológicos, sino que se presentan como conflictos
religiosos, solucionables mediante el uso de la violencia y la militarización.
Así políticas anti-democráticas y sistemas económicos agresivos generan y
sostienen culturas e identidades vulnerables. Millones de personas están siendo
expulsados de sus tierras ancestrales, como refugiados ambientales o
refugiados de guerra. Dentro de estas culturas e identidades vulnerables, el
terrorismo, el extremismo y la xenofobia adquieren una forma virulenta pues se dan
asociados al círculo vicioso de la violencia y la exclusión económica, política
y cultural.
La
falta de regulación ética y ambiental de las actividades económicas, desata lo
peor de la codicia, la irresponsabilidad y la violencia. Por ello la economía
basada en el libre comercio se parece cada vez más a la guerra, y cada vez
menos a una alternativa para lograr el bienestar de los pueblos.
La
Erosión de la Democracia y el Auge de la Política del Miedo y el Odio.
Bajo la influencia empresarial y de
corporaciones trasnacionales, los gobiernos actúan cada vez más a favor de los
intereses de las empresas y van extinguiendo las democracias ‘del pueblo, por
el pueblo y para el pueblo’. El poder político está representando solo al 1% más
rico de la población, que conforma la elite económica, y aplastando al 99%
restante de la población, y con ello, a la Tierra y todas las demás especies.
Nuestro desafío es cómo reorientar el sistema político dominante, para sacarlo
fuera del modelo económico extractivista e insustentable. Nuestros Estados están mutando hacia entidades
corporativas, que abandonan a los pueblos y al planeta a sufrir las consecuencias
del cambio climático, sin sancionar a las empresas que nos han llevado a esta
crisis.
En
los países del Sur, esta transformación de los Estados se produjo bajo la égida
del ‘Ajuste Estructural’ y la ‘Liberalización del Comercio’, mientras que en
Europa se ha expresado como políticas de ‘Austeridad’. Han sido fórmulas para
quitarles el poder a los pueblos, dejándolos cada vez más impotentes y sin
capacidad para de proteger sus tierras, sus vidas y medios de subsistencia. Se
trata de un sistema que genera inseguridad económica y que convierte el “miedo”
al “otro” en el principal recurso para conseguir beneficios electorales.
Pensar
y actuar como una sola humanidad es ahora un imperativo económico y político
para superar las separaciones, divisiones y conflictos que conforman la base
del paradigma dominante.
Agricultura
Industrial – El Elefante de la Negociación Climática.
No podemos abordar el Cambio
Climático, y sus reales consecuencias, sin reconocer el rol central del sistema
alimentario industrial y globalizado, que genera más del 40% de las emisiones
de gases de efecto invernadero a través de a la deforestación, la crianza y
alimentación industrial de animales (Concentrated Animal Feeding Operations –
CAFO), envases plásticos y de aluminio, transporte de larga distancia y desperdicio
de alimentos. No podemos resolver el problema del cambio climático sin la agricultura
ecológica de pequeña escala, basada en la biodiversidad, en semillas vivas, en
suelos vivos y en sistemas alimentarios locales sin largas distancias de
transporte y sin envases plásticos. La agricultura ecológica a pequeña escala
tiene un rol esencial en el proceso de atenuar, adaptar y aumentar la resiliencia
frente los cambios climáticos.
La
imposición de la agricultura industrial con alto consumo de combustibles
fósiles, a través de la globalización económica y los ‘acuerdos de libre
comercio’, es responsable de la mayoría de los actuales daños sociales y
ambientales en nuestro planeta. Esta forma
de agricultura basada en la mercantilización de los productos básicos ha
ocasionado el 75% de la destrucción de los suelos, el 75% de la destrucción de
los recursos hídricos y de la contaminación de nuestros lagos, ríos y océanos. Ha
provocado la extinción del 93% de la diversidad de cultivos, a causa del uso de
las llamadas ‘semillas mejoradas’, que carecen de nutrientes pero están llenas
de toxinas. Simplemente etiquetar algo como ‘mejorado’ no significa que sea mejorado.
Al igual que llamar ‘Climáticamente Inteligente’ a la agricultura industrial, no
es ni inteligente, ni una estrategia para combatir el Cambio Climático.
La
agricultura industrial intensiva también está generando una crisis en la salud de
la población mundial, debido a la producción de alimentos tóxicos y
nutricionalmente vacíos. En el contexto del paradigma agrícola industrial
dominante, mil millones de personas están sufren hambre y más de 2 mil millones
padecen enfermedades relacionadas con alimentos inadecuados. Con la pretensión
de alimentar al mundo, la agricultura industrial destina enormes extensiones de
tierra en cultivos para alimentación animal y para biocombustibles. Pero estamos
utilizando combustibles fósiles para producir ambos elementos, en tierra muchas
veces usurpada a la gente; fertilizamos con productos derivados también de
combustibles fósiles, los envasamos en plásticos derivados de combustibles
fósiles, y los transportamos por todo el mundo usando combustibles fósiles,
teniendo como resultado la contaminación del planeta y de la gente. Demasiado
daño para generar lucro al 1% de la elite económica mundial a costa del
perjuicio a toda la humanidad.
Los
pobres, que no han contribuido sustancialmente a la crisis climática, son los
que sufren la peor parte de las catástrofes climáticas. Cientos de miles de pobres
han perdido la vida. Millones pierden sus casas, son erradicados y desplazados,
convirtiéndose en refugiados de estas políticas neoliberales. La monopolización
de los recursos de la naturaleza y la riqueza por el ‘1%’ de la elite
económica, a costa del ‘99%’ de la población mundial, es una violación a los
derechos humanos y a los derechos de la madre tierra y, está provocando conflictos,
violencia y la deshumanización de la convivencia social.
Agricultura
Ecológica – la Alternativa que protege a la Tierra y la Gente.
La agricultura orgánica ecológica y
los sistemas alimentarios locales son la respuesta a la crisis alimentaria, de
nutrición y de salud; protege el agua y el clima, y permitirá evitar la
catástrofe de millones de refugiados climáticos. La única vía para reducir la
huella ecológica y mejorar la salud y el bienestar de la humanidad es
desarrollar economías alimentarias locales. Estas economías alimentarias locales
necesitan producir alimentos locales y ello requiere semillas locales –
semillas en manos de los campesinos.
Cada
semilla es resultado de miles de años de evolución natural y de siglos de
selección y cultivo realizado por las comunidades campesinas. La semilla es la
expresión destilada de la inteligencia de la tierra y la inteligencia de las
comunidades rurales. Los campesinos siempre han cultivado semillas procurando
mantener la diversidad, la resiliencia, el sabor, la nutrición, la salud y la
adaptación de las semillas a los ecosistemas agrícolas locales. En tiempos de
cambio climático necesitamos la biodiversidad de las variedades cultivadas por
los campesinos para poder adaptarnos y evolucionar. Los pequeños agricultores
producen 70% de los alimentos a nivel mundial, utilizando solo un 30% de los
recursos globales que se invierten en agricultura. La agricultura industrializada
en cambio, utiliza el 70% de los recursos para producir sólo 30% de nuestros
alimentos, y contaminando la atmosfera con
el 40% de las emisiones de gases de efecto invernadero.
La
agricultura orgánica absorbe el dióxido de carbono de la atmósfera y mediante
la fotosíntesis lo captura nuevamente en el suelo, del cual es parte. Además esta forma de agricultura,
aumenta la capacidad del suelo para retener el agua, lo que contribuye a la
resiliencia en épocas de sequía, inundaciones y otros fenómenos climáticos
extremos. La agricultura orgánica tiene el potencial de capturar 10 giga-toneladas
de dióxido de carbono, lo cual es equivalente a lo que necesitamos reducir,
para mantener bajo 350 partes por millón la concentración de carbono en la
atmósfera; única vía para evitar el aumento de la temperatura promedio en más
de 2 grados. Podemos resolver la brecha de las emisiones hoy, a través de la
agricultura ecológica, sin esperar ni dilatar esta urgente tarea para el
futuro.
En
todo el mundo, los pequeños agricultores y campesinos ya están implementando
esta forma de agricultura, preservando y enriqueciendo sus suelos, sus semillas
y sus conocimientos tradicionales. Están alimentando a sus comunidades con productos
sanos y nutritivos, y al mismo tiempo preservando el planeta. De esta forma,
están sembrando las semillas para una democracia alimentaria, un sistema de
producción y consumo bajo el control de los agricultores y consumidores, libre
de plásticos y de excesivo transporte.
Un
nuevo Pacto con la Tierra y los Pueblos.
Nuestra supervivencia exige hacer
un nuevo Pacto con la Tierra y entre los pueblos, en base a una nueva visión de
ciudadanía planetaria. Un pacto basado en la reciprocidad, la empatía y el
respeto, en dar y recibir, y en repartir equitativamente los recursos del
planeta entre todas las especies. Esta nueva visión se inicia percibiendo y
apreciando al suelo como una entidad viviente, una ‘Terra Viva’, cuya
supervivencia es esencial para la nuestra.
El
futuro se cultivará en el suelo y crecerá desde la tierra, y desde el
distorsionado mercado global, las finanzas ficticias, el dominio empresarial y
el consumismo. Hemos dejado de vernos y sentirnos como parte de la tierra – el
eco-centrismo retrocedió frente al antropocentrismo y ahora está cediendo ante
la globalización económica basada en la centralidad corporativa empresarial o
“corpora-centrismo”. Tenemos que superar esta visión del mundo centrada en las
corporaciones empresariales y generar una concepción centrada en la Tierra y la
Familia Planetaria. Estemos donde estemos en este planeta, y a pesar de toda
nuestra diversidad, el suelo es nuestro fundamento. La Tierra es nuestro hogar.
Como ciudadanos de la Tierra, debemos recuperarla de la manipulación y la
avaricia empresarial y cuidarla, juntos, en reconocimiento por nuestra común humanidad
y común responsabilidad.
Estamos
en el umbral de una transición desde el paradigma antropocéntrico – donde
prevalecen como amos y señores,
individuos y empresas poderosas, conquistadores y propietarios de la Tierra,-
basado en el colonialismo y el industrialismo fósil dependiente, hacia un
paradigma de Democracia de la Tierra que reconoce que todos somos miembros de
la Comunidad de la Tierra. Como ciudadanos de la Tierra, tenemos la tarea de
cuidar a todos los seres, y compartir los bienes de la tierra con todas las
personas. Al reemplazar la cultura de la codicia y el círculo vicioso de la
violencia que esta ha provocado, podemos empezar a crear círculos virtuosos de no
violencia; reemplazar economías negativas de muerte y destrucción por economías
vivientes que sustentan nuestras vidas y la vida en la Tierra; transformar
políticas y culturas negativas que nos conducen a la aniquilación, hacia democracias
vivientes que incluyen participación e integración de todas las formas de vida.
En
vísperas de la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, el
mundo entero mira hacia París. Esta histórica reunión debe ser una invitación a
todos los pueblos del mundo para sustituir, radical y valientemente, el
paradigma de explotación por un paradigma de gratitud y generosidad; el
paradigma de la privatización y apropiación de los bienes comunes por un
paradigma de defensa de la tierra, el suelo, las semillas, los alimentos, el agua
y el aire. La crisis climática, la crisis alimentaria, la crisis del agua están
interconectadas, y sus soluciones también están interconectadas. No se pueden
ver como temas aislados.
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Pacto
de los Pueblos para Proteger al Planeta y a Todos los Seres.
La
vida está en juego, la vida de la Tierra y también la nuestra.
Los gobiernos bajo la influencia
empresarial pueden fracasar en París – pero nosotros, como ciudadanos, no
podemos fracasar.
Como ciudadanos de este hermoso y
abundante planeta, hacemos un pacto con la Tierra, para protegerla, cuidarla y
retribuir los bienes y regalos que nos brinda, con gratitud y amor.
1.
En el suelo vivo se encuentra la prosperidad y la seguridad de la civilización.
La destrucción del suelo es la destrucción de la civilización.
Nuestro futuro es
inseparable del futuro de la Tierra. Nos comprometemos a proteger nuestros
suelos y la biodiversidad. Nuestros suelos vivientes se convertirán en reservas
de agua y sumideros de carbono. La agricultura ecológica y regenerativa se basa
en el reciclaje de la materia orgánica, y por tanto en el reciclaje de
nutrientes. Vamos a devolver el carbono a la tierra como materia orgánica, con
gratitud y responsabilidad, en base a la Ley del Retorno, y de esta forma vamos
a contribuir a la mitigación, adaptación y resiliencia frente al cambio
climático. Tal como afirmo Sir Albert Howard ‘recibir sin dar representa un
robo a la tierra, una forma de delincuencia especialmente cruel, porque implica
un robo a las generaciones futuras que no están presentes para poder defenderse”.
2.
Nuestras semillas y biodiversidad, nuestros suelos y agua, el aire, la
atmósfera y el clima son bienes comunes.
Los bienes esenciales para la vida que
nos regala la tierra siempre han sido bienes de propiedad común, e
históricamente han existido deberes comunes para su protección y derechos colectivos
para su utilización. Nuestras semillas y la biodiversidad son bienes comunes. Su
apropiación y privatización a través de las patentes conduce la
biodiversidad hacia la extinción y a los agricultores a la trampa de la deuda.
El suelo es el fundamento mismo de nuestra vida y de nuestro alimento. El Agua
es un bien común y no es una mercancía. Sostiene nuestra vida. El aire y la atmósfera
son bienes comúnes que nos entregan aire
puro para respirar y permiten a Gaia regular el clima. Contaminar el aire y la
atmósfera con gases de efecto invernadero y el comercio de emisiones transables
constituye una privatización de este bien común. No aceptamos la apropiación, ni la privatización
de nuestros bienes comunes. Los defenderemos y recuperaremos a través del
cuidado, la cooperación y la solidaridad.
3.
La Libertad de las Semillas y la Biodiversidad es el Fundamento de la Libertad Alimentaria
y de la Adaptación al Cambio Climático.
Nos comprometemos a defender la
libertad de las semillas y la libertad de las diversas especies para
evolucionar – con integridad, autonomía y diversidad – y a defender la libertad
de las comunidades de todo el mundo, a recuperar y usar las semillas como
bienes comunes accesibles a todos. Guardar e intercambiar semillas libremente
polinizadas, no genéticamente modificadas, no-patentadas es un derecho
inalienable. Los derechos de los agricultores y campesinos no son negociables. Vamos
a oponernos y resistir frente a todas las leyes y tecnologías que intenten
amenazar la libertad de las semillas, la que está íntimamente vinculada a la
libertad de la Madre Tierra, para que las generaciones futuras gocen como
nosotros de los dones de la diversidad, la nutrición y la subsistencia. Unidos,
lucharemos juntos por nuestras semillas y decimos no a los transgénicos y a las
patentes.
4.
La Agricultura Industrial Globalizada es uno de los mayores contribuyentes a la
crisis climática.
La agricultura Industrial Globalizada
es responsable de más de 40% de los gases de efecto invernadero que desestabilizan
el clima, debido a la deforestación y el uso de fertilizantes, envases,
procesamiento, refrigeración y transporte de larga distancia, todo ello en base
combustibles fósiles. Sabiendo que la Agricultura Industrial es una de las
causas del cambio climático, no la podemos aceptar como solución a la crisis climática
y al hambre. No aceptamos falsas soluciones al cambio climático, como la geo-ingeniería,
la agricultura ‘climáticamente inteligente’, las semillas ‘mejoradas’ a través
de ingeniería genética o la ‘intensificación sostenible’ de los cultivos.
5.
La agricultura ecológica, de pequeña escala, y los sistemas alimentarios
locales pueden alimentar a la humanidad y enfriar el planeta.
Nos comprometemos a practicar y
proteger la agricultura ecológica de pequeña escala, que produce mayor
beneficio en nutrición y salud por cada hectárea y que provee el 70% de los
alimentos que comemos, junto con renovar y mejorar nuestros suelos,
biodiversidad, fuentes de agua y estabilizar el clima. Vamos a apoyar y crear
sistemas alimentarios locales que permiten solucionar la crisis de los
alimentos, la nutrición y la salud, como también la crisis climática. La
agricultura ecológica-orgánica de pequeña escala y los sistemas alimentarios
locales pueden alimentar a todo el mundo y enfriar el planeta.
6.
El ‘Libre Comercio’ y la Libertad Empresarial es una amenaza para el planeta y para
nuestra libertad.
El concepto de “Libertad” ha sido
distorsionado por el “libre comercio”, que ha sustituido la libertad de la
gente y la libertad de la vida y de las diversas especias del planeta a
evolucionar y desarrollarse libremente, por la libertad de las corporaciones a
destruir el planeta y las economías vivientes que sustentan a la gente. La desestabilización
ecológica y social del mundo durante las últimas dos décadas es el resultado de
la desregulación del comercio, a través de los tratados de ‘libre comercio’ y
de las regulaciones establecidas por la Organización Mundial del Comercio (OMC),
diseñados y redactados por empresas, en beneficio de las empresas.
Nos
comprometemos a resistir los intentos que pretenden impulsar nuevos acuerdos de
“libre comercio”, como el TTIP y el TPP, o acuerdos comerciales regionales y
bilaterales basados en los derechos para las empresas y personas jurídicas
corporativas que desmantelan los derechos humanos, nuestras democracias y nuestras
constituciones. No reconocemos a las empresas como personas. Son solo entidades
jurídicas a las que la sociedad concedió permiso para existir dentro de los
límites de la responsabilidad social, ecológica y ética; las corporaciones
responsables del cambio climático están reguladas por el “Principio de Quién Contamina Paga”.
7.
Las economías locales vivientes protegen a la Tierra, generan empleos y satisfacen
nuestras necesidades generando bienestar.
Las economías locales vivientes
fundamentadas en la Ley del Retorno y la regeneración del mundo natural y social,
nutren toda la vida. Los bienes de la Naturaleza y las personas no pueden ser
reducidos a recursos e insumos industriales.
Las economías orientadas a la mantención de la vida y al bienestar de
las personas, en vez del lucro empresarial, renuevan y regeneran los recursos y
el trabajo para todos en el presente y para las generaciones futuras. No
participaremos en los sistemas de producción y consumo insustentables,
incluidos la alimentación y la agricultura industrial, que destruyen los
procesos ecológicos de la Tierra, sus suelos y la biodiversidad, y que
desplazan y desarraigan a millones de personas de sus tierras. En las economías
vivientes, no existen desperdicios, y tampoco existen personas desechables.
8.
Las democracias vivientes, participativas son el fundamento de la Democracia de
la Tierra.
Nos comprometemos a crear democracias
vivientes y participativas, y a resistir cualquier intento de atentar contra nuestras
democracias por poder o intereses. Nos organizaremos en base a los principios
de equidad, inclusión, diversidad y compartiendo el deber de cuidar el planeta
y sus habitantes. Nos comprometemos a romper el círculo vicioso de la violencia
y la degradación, y a crear círculos virtuosos basados en la no violencia y la
regeneración para alcanzar el bienestar de todas las personas y especies. No seremos
divididos por el miedo o el odio, sino que permaneceremos unidos como miembros
de un solo Planeta y una sola Humanidad. Y, en concordancia con el principio de
Gandhi, colectivamente “no cooperaremos”, cuando las normas y las leyes
interfieran en leyes superiores basadas en la integridad de la tierra y de
nuestra humanidad.
9.
Somos miembros de la Comunidad de la Tierra en la cual todas las especies, los
pueblos y las culturas tienen un valor intrínseco y derechos a la subsistencia.
Vamos a crear una Democracia de la
Tierra, en una Tierra vibrante y abundante – ‘Terra Viva’ – que reconoce el
valor intrínseco de todas las especies y personas. Debido a que todas las personas
y todas las especies son – por su naturaleza – diversas, esta democracia
reconocerá la diversidad no como algo que se tolera, sino como algo que se
celebra como condición esencial de nuestra existencia. Y todo ser viviente, incluyendo
todos los humanos, tienen el derecho natural a compartir la riqueza de la
naturaleza para garantizar su sustento: el suelo, los alimentos, el agua, el
espacio ecológico y la libertad evolutiva.
Hacemos
un pacto para vivir conscientemente como Ciudadanos de la Tierra, reconociendo
que la Comunidad de la Tierra incluye todas las especies y todos los pueblos en
su rica y vibrante diversidad. Los derechos de la Madre Tierra y los derechos
humanos no son separables y constituyen una continuidad indivisible. La
violencia a la tierra y la injusticia hacia la humanidad son partes del mismo
proceso. La sustentabilidad ambiental no se puede separar de la justicia, los
derechos humanos y la paz.
10.
Cultivaremos Huertos de Esperanza en todo lugar.
Vamos a cultivar alimentos
orgánicos en nuestros campos, nuestros huertos, nuestros balcones, nuestras
terrazas. Vamos a plantar Huertos de Esperanza en todo el mundo como un símbolo
concreto de nuestro pacto con la Tierra, para su rejuvenecimiento. Con pasos
pequeños de impacto significativo, realizados por millones de personas conscientes
de su poder y actuando en armonía, resonancia y unidad, sembraremos las
semillas del cambio para una nueva ciudadanía planetaria, cuidando el Planeta y
a cada uno de nosotros, a través de economías vivientes y democracias
vivientes.
Hemos empezado plantando un Huerto
de Esperanza hoy, 9 de noviembre de 2015, en el Jardín Marcotte en París, junto
con la red AMAP Ile de France y Cultures en Herbes, como un primer paso
concreto para una nueva ciudadanía planetaria.
Seguiremos plantando huertos y jardines
de esperanza en todas partes, y sembrando las semillas del cambio que nos
llevarán a una nueva Democracia de la Tierra, basada en la justicia, la
dignidad, la sustentabilidad y la paz.
[1] FAO, The State of the World’s Land and Water
Resources for Food and Agriculture (SOLAW), 2011.
[2]
Pimentel D. & Burgess M., Soil Erosion Threatens Food Production,
Agriculture 2013 3, 443-463.
[3]
FAO, Land and Environmental degradation and desertification in Africa, 1995.
[4]
IPCC, Climate Change 2014: Impacts, Adaptation, and Vulnerability, 2014.
[5]
OXFAM, Wealth: having it all and wanting more, 2015.
[6]
Savio R., Inequality and Democracy, IPS, 2011.
[7]
Wilkinson R. & Pickett K., The Spirit Level, The Equality Trust, 2015.